Hace ya unos cuantos años que introdujimos esta curiosa forma de expresión de emociones en nuestra vida. Su evolución viene ya en los años 80 con los correos electrónicos acompañados de signos ortográficos unidos para aportar si se habla en serio o no. Mucho diseño y mucha computación ha llovido desde entonces. De los mails a la llegada de los chats y el gran desaparecido Messenger, la transformación de estos pequeños amigos ha sido bestial. Nos acompañan en cada frase que decimos y reaccionamos a situaciones diarias con su uso. Grandes ciber sustitutos de nuestra personalidad, la mayoría de las veces respondemos a ellos como si fueran los rostros de las personas a las que se dirige nuestro mensaje. Estos dibujitos aportan en muchos ámbitos ciertos beneficios. En lo que se refiere a redes sociales, hacen aumentar la popularidad. En el entorno social, llegan a suavizar críticas y juicios, rebajando el tono con solo un guiño. El sarcasmo y la ironía por fin se pueden interpretar. En lo laboral si tu lugar de trabajo se presta a su uso, no lo dudes, porque gracias a ellos puedes crear un entorno profesional más positivo y así disminuyes el estrés.
Este otoño conocimos que la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp pensaba renovar sus diseños asemejando la estética de los iconos a los implantados por Apple en la versión más actual de su software iOS 11, y añadiendo nuevos iconos con más detalle. Esta aplicación con millones de usuarios y con ellos sus opiniones, tendrán que expresar, con o sin emoji, qué les parecerá la nueva propuesta para Android.
Lo que está claro es que en esta era de la comunicación, las emociones juegan un papel muy intenso y variopinto. No sabemos cuáles serán los emojis del futuro, poco falta ya por expresar, aunque seguro que surgirán tantas ideas nuevas como usuarios de esta app.

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